El amor y los desvelos que prodigaste a tus hijos y las plegarias que rezaste por ellos no quedarán sin gratificación. Cada pañal que cambiaste, cada vez que los aseaste, cada enseñanza que les impartiste, cada error que les perdonaste, cada lágrima que derramaste, cada palabra de ánimo que les dijiste, cada beso, cada abrazo, cada sacrificio, cada oración, todo eso contribuye a hacer de ellos unas criaturas de las que te enorgulleces.
Aunque puede que no siempre lo expresen ni lo den a entender por medio de sus actos, están orgullosos de tener una madre como tú. No logran entender cómo puedes seguir amándolos cuando les parece que menos lo merecen. Así y todo, lo desean, lo aprecian y saben que lo necesitan. Te agradezco que, al dar ejemplo de Mi amor incondicional, los hagas sentirse así de amados.
Estoy orgulloso de ti por el amor que manifiestas y los sacrificios que haces para educar y formar a tus hijos y cuidarlos como es debido. Bien, buena madre y fiel. Grande es tu galardón en los Cielos.
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